Era sábado, las 9:30 de la mañana, estaba sentado en la butaca 14 de la fila “l” en la Cinemateca Boliviana. Se apagaron las luces y comenzó el rodaje.
Una secuencia muy rápida de escenas violentas de animales salvajes en pleno ataque a sus víctimas, unas veces, y pronto a atacarlas, otras veces. Estas imágenes eran alternadas con el cuadro de un bar donde una mujer Hippie – lo digo por la vestimenta y el peinado – bailaba al ritmo de una antigua pieza musical. Tenía movimientos raros y estaba sola en la pista. En la barra hallábase un hombre adulto atendiendo a un parroquiano que allí se encontraba. Al principio parecía que no tenía relación alguna con la mujer.
Entraron dos sujetos rudos – padre e hijo – quienes intentaron acercarse a la chica; como ella no les hizo caso decidieron tomarla a la fuerza, mas recibieron una severa paliza y para rematar la dramática escena se paró de su silla el sujeto que se encontraba el una de las mesas tomó un arma de fuego y los mató a quemaropa y sin vacilación ni temor alguno. Dejaron vivo al copero, más tarde uno advierte que no era que éste no tenía nada que ver sino que: le permitieron vivir para que contara la historia a la policía y a los medios de información.
Alzaron sus copas, terminaron sus bebidas, se arroparon y se marcharon de aquel lugar sin la menor preocupación, eran una pareja concubinada. El hombre que atendía quedó aterrorizado y no se animó a decir nada.
Una vez más vimos al zorro en busca de otra presa ...y a al leopardo ...y al halcón ...y al tigre ...y al...
El joven que disparó contra aquellos hombres de la taberna y que querían a su chica era: carnicero de oficio. La conoció cuando llevó, a la casa del padre, un pedido de 20 Kg. de carne vacuna, mucho para una familia reducida.
Ella lo vio y quedó prendada de él, tanto así que se fue a dar un paseo y otro y uno más. Y luego se enredó con aquel carnicero, en todo el sentido de la palabra.
La familia, de ella, era muy extraña. El padre la manoseaba, la besaba, la insultaba y hasta la abusaba sexualmente con frecuencia. Su madre miraba lo que sucedía y no decía nada. Su marido era una bestia sucia, violenta, y un hombre muy arbitrario pero, en aquel hogar, era la ley. Tenía un hermano de corta edad que miraba todo lo que acontecía sin poder hacer nada. Se trataba de un ambiente tétrico, desesperante, violento y hasta asesino o, al menos, lapidario.
La joven había sufrido este tipo de abusos y experiencias desagradables desde muy niña.
En la televisión se ve una serie de noticias de asesinatos cometidos por niños en contra de sus padres, de tribunales condenando a niños por parricidio y por destrozo de los cuerpos, por casos increíbles de incendios ocasionados por menores para dar fin con sus progenitores en la prensa, en los periódicos, en la televisión y en la radio (venían en imágenes también veloces y fugaces), como contradiciendo la estructura social o como justificando la actitud de los niños. A esta altura del film ya estaba muy confundido y la pregunta que rondaba mi cabeza: ¿Qué es lo que quiere o busca el Director? ...nunca hubo una respuesta; no la hay ahora, tal vez nunca la tenga.
Un reportero de televisión, como los hay muchos en las grandes y pequenas ciudades, aparece en escena. Quiere una entrevista en exclusiva con la pareja de los ya múltiples asesinatos cometidos de los modos más espectaculares y es que, claro, el nivel de audiencia sube considerablemente con este tipo de noticias y los reporteros suelen hacerse famosos con noticias así y también millonarios.
Lo que no sabía aquel periodista televisivo es que sería su última entrevista.
Estaban ya en la cárcel, ambos asesinos, él declaraba que lo hacía por placer. Que así como había médicos, arquitectos, zapateros; él era asesino por naturaleza. Dejaba siempre un sobreviviente para que contara la historia.
Al final, logró escapar de la cárcel con ayuda de aquel hombre de televisión cuando estaba a punto de matarlo el periodista le pregunta que quién iba a contar la historia y el asesino le contesta que la contaría su cámara.
Quizá la violencia pervive con nosotros y nosotros vivimos en medio de asesinatos, crímenes, violencia, golpizas, injusticias, maltratos a menores y mayores y nos hemos acostumbrado tanto a ellos que casi no los vemos o no los sentimos.
Acusan a los medios de comunicación por mostrar la violencia, es cierto, en gran medida sólo se muestra “la sangre” pero la verdad es que dicha sangre en el 80% de los casos es real, tomados de casos de la vida misma.
Quizá la pregunta que deja, a parte del mal sabor, este filme es hasta qué grado nosotros estamos comprometidos en esta violencia, si somos meros observadores, si somos cómplices o si somos los mismos actores de una violencia cruda y despiadada de la que tomamos partido todos los días.
Si no vio esta película, le sugiero que la vea y reflexione.
Una secuencia muy rápida de escenas violentas de animales salvajes en pleno ataque a sus víctimas, unas veces, y pronto a atacarlas, otras veces. Estas imágenes eran alternadas con el cuadro de un bar donde una mujer Hippie – lo digo por la vestimenta y el peinado – bailaba al ritmo de una antigua pieza musical. Tenía movimientos raros y estaba sola en la pista. En la barra hallábase un hombre adulto atendiendo a un parroquiano que allí se encontraba. Al principio parecía que no tenía relación alguna con la mujer.
Entraron dos sujetos rudos – padre e hijo – quienes intentaron acercarse a la chica; como ella no les hizo caso decidieron tomarla a la fuerza, mas recibieron una severa paliza y para rematar la dramática escena se paró de su silla el sujeto que se encontraba el una de las mesas tomó un arma de fuego y los mató a quemaropa y sin vacilación ni temor alguno. Dejaron vivo al copero, más tarde uno advierte que no era que éste no tenía nada que ver sino que: le permitieron vivir para que contara la historia a la policía y a los medios de información.
Alzaron sus copas, terminaron sus bebidas, se arroparon y se marcharon de aquel lugar sin la menor preocupación, eran una pareja concubinada. El hombre que atendía quedó aterrorizado y no se animó a decir nada.
Una vez más vimos al zorro en busca de otra presa ...y a al leopardo ...y al halcón ...y al tigre ...y al...
El joven que disparó contra aquellos hombres de la taberna y que querían a su chica era: carnicero de oficio. La conoció cuando llevó, a la casa del padre, un pedido de 20 Kg. de carne vacuna, mucho para una familia reducida.
Ella lo vio y quedó prendada de él, tanto así que se fue a dar un paseo y otro y uno más. Y luego se enredó con aquel carnicero, en todo el sentido de la palabra.
La familia, de ella, era muy extraña. El padre la manoseaba, la besaba, la insultaba y hasta la abusaba sexualmente con frecuencia. Su madre miraba lo que sucedía y no decía nada. Su marido era una bestia sucia, violenta, y un hombre muy arbitrario pero, en aquel hogar, era la ley. Tenía un hermano de corta edad que miraba todo lo que acontecía sin poder hacer nada. Se trataba de un ambiente tétrico, desesperante, violento y hasta asesino o, al menos, lapidario.
La joven había sufrido este tipo de abusos y experiencias desagradables desde muy niña.
En la televisión se ve una serie de noticias de asesinatos cometidos por niños en contra de sus padres, de tribunales condenando a niños por parricidio y por destrozo de los cuerpos, por casos increíbles de incendios ocasionados por menores para dar fin con sus progenitores en la prensa, en los periódicos, en la televisión y en la radio (venían en imágenes también veloces y fugaces), como contradiciendo la estructura social o como justificando la actitud de los niños. A esta altura del film ya estaba muy confundido y la pregunta que rondaba mi cabeza: ¿Qué es lo que quiere o busca el Director? ...nunca hubo una respuesta; no la hay ahora, tal vez nunca la tenga.
Un reportero de televisión, como los hay muchos en las grandes y pequenas ciudades, aparece en escena. Quiere una entrevista en exclusiva con la pareja de los ya múltiples asesinatos cometidos de los modos más espectaculares y es que, claro, el nivel de audiencia sube considerablemente con este tipo de noticias y los reporteros suelen hacerse famosos con noticias así y también millonarios.
Lo que no sabía aquel periodista televisivo es que sería su última entrevista.
Estaban ya en la cárcel, ambos asesinos, él declaraba que lo hacía por placer. Que así como había médicos, arquitectos, zapateros; él era asesino por naturaleza. Dejaba siempre un sobreviviente para que contara la historia.
Al final, logró escapar de la cárcel con ayuda de aquel hombre de televisión cuando estaba a punto de matarlo el periodista le pregunta que quién iba a contar la historia y el asesino le contesta que la contaría su cámara.
Quizá la violencia pervive con nosotros y nosotros vivimos en medio de asesinatos, crímenes, violencia, golpizas, injusticias, maltratos a menores y mayores y nos hemos acostumbrado tanto a ellos que casi no los vemos o no los sentimos.
Acusan a los medios de comunicación por mostrar la violencia, es cierto, en gran medida sólo se muestra “la sangre” pero la verdad es que dicha sangre en el 80% de los casos es real, tomados de casos de la vida misma.
Quizá la pregunta que deja, a parte del mal sabor, este filme es hasta qué grado nosotros estamos comprometidos en esta violencia, si somos meros observadores, si somos cómplices o si somos los mismos actores de una violencia cruda y despiadada de la que tomamos partido todos los días.
Si no vio esta película, le sugiero que la vea y reflexione.